domingo

Miro las nubes. Quiero abrazarlas como esa vez. Voy entrando al corazón. Siento su mejilla y creo no saber cuándo se volvió parte de mi tiempo, siento sus manos como si estuvieran en mis manos, y no comprendo en qué momento empezó a matarme, despacio, fuerte, su indiferencia. Un laberinto. Entré en él, entró en mi, entre él y lo que daña. Es que habita mis pensamientos, casi que ha tomado mis recuerdos y se ha instalado allí, ¡me rindo! recurro a su charla, voy yo, pero sin entender en qué momento entró en mi. 

¿Fue cuando lo escuché hablar tan claro, tan seguro, tan paciente, tan fuerte de su convicción? 

Poder conocerlo. ¿Por qué no lo conozco? ¿Por qué creo que lo conozco? ¿Por qué no somos nada? ¿No es infernal esta situación? subir seis veces, en su mejor presencia, y que pasemos a serlo todo. Paso noches hablando. Detestable. ¿Mi error empezó cuando me di cuenta que había tanto para descubrir y de aventurera, decidí buscarlo, mirarlo, reconocer sus ojos y contarle mis debilidades? Subí seis veces a su nube y me entregué. Cargo con mi impaciencia, con mi cabeza, con la virtualidad de mi inseguridad. A las nubes subí seis veces, y mi interior habla de él. Subo y lo encuentro. Me rio. Me suelta la mano. No puede ser real.