domingo

De chiquitos nos enseñan a pararnos. Nos enseñan a confiar. Nos enseñan valores de chiquitos. A cuidar lo que tenemos. A prendernos de un objeto y hacerlo sagrado. A agradecer y a pedir perdón como algo primordial. También a diferenciar lo hermoso y lo horrible. Pero nadie nos enseña cómo crecer. Cada persona crece por sí sola y por su cuenta. De chiquitos somos libres hasta en eso. Libres en la elección de tomar causas, de tomar consecuencias, de tomar joyas, de tomar lo mejor, lo peor, etc. para llegar a "crecer". Me parece que todo el tiempo crecemos. Pero hablo de "nuestra esencia", de la conformación de ella de acuerdo a todos los golpes que sufrimos desde cuando nos enseñaron a pararnos. Nos comportamos como elegimos comportarnos. Nos hacemos bien como elegimos hacernos bien, preguntándonos qué hay detrás, qué adelante, esquivando o tropezando. Aunque siempre con nosotros llevamos las raíces. Fuimos libres al elegir espontáneamente qué tomamos de cada lagrima que cae, de cada consejo, de cada grito de cada situación que nos toca vivir. Y hoy en muchas noches, como para variar, que nos toca "decidir" actuamos bajo reflejo de nuestra esencia, y de todo lo que reúne ella. Por eso es que mientras pienso en esa esencia, digo que el por qué de cada paso que doy para vernos felices, es la respuesta de todo lo que soy.




Y siempre una canción lo resume todo:


Cuando la suerte que es grela, fayando y fayando te largue parao;
cuando estés bien en la vía, sin rumbo, desesperao;
cuando no tengas ni fe, ni yerba de ayer secándose al sol;
cuando rajés los tamangos buscando ese mango que te haga morfar...
la indiferencia del mundo -que es sordo y es mudo- recién sentirás.

Verás que todo es mentira, verás que nada es amor, que al mundo nada le importa... ¡Yira!... ¡Yira!...
Aunque te quiebre la vida, aunque te muerda un dolor, no esperes nunca una ayuda, ni una mano, ni un favor.


Solo la primera parte de un tango conocido que siempre le di la razón... me da el pie para algunas preguntas que me hice hace un rato. ¿Cual es el límite de la felicidad? me pregunto al escuchar este tango. Es lógico pedir calma. Es lógico que en la mas negra oscuridad no sepamos para donde pisar ¿A donde hay que correr cuando lo peor nos invade? ¿Se quedaran los pocos sostenedores del muro de nuestros lamentos? ¿O se iran como cuando el humo se acaba? Depende siempre depende del pasar de la vida. Nos vivimos engañando a nosotros mismos. A veces hasta creyendo en milagros. Deseamos, por comodidad, conocer lo que pasará. Deseamos conocer cómo desatar los nudos antes que ellos se transformen en tales ¿Será que como buenos seres humanos, todos odiamos esa idea de que todo se nos arruine y por eso corremos no importa si el problema es nuestro de aquel o de aquella o de ellos? ¿Será que al fin y al cabo, no podemos tolerar que algo se nos descarrile en el mundo perfecto del cual nos refugiamos día a día, bajo ese techito que creemos que, tambaleando quizás, se puede sostener? ¿Que tenemos que SER cuando ese techo se nos caiga? ¿Que tenemos que hacer cuando ese techo esté en el piso? Bajo esta situación se pide calma. Entendamos que no es posible tener al mundo entre las manos. Siempre algo se nos va a escapar. No se puede reducir algo tan grande. Y menos se puede pretender que el mundo feliz entre en nuestras manos mientras sostengamos al mundo real. Es una tendencia que nos consume porque cae rendida hacia una bella felicidad del "techito que no se caerá". ¿Y si se cae?... Y... ahi es cuando también tendemos a pensar que lo tenemos controlado. Una felicidad próxima, reclama volverlo a su orígen, y otra felicidad más futura reclamaría originarlo otra vez ¿se entiende?: ¿Juntar pedazos y rearmarlo? ¿O a otra cosa mariposa? Las dos felicidades, estarán asustadas. Es que el miedo mientras el mundo yire y tire va a entrar de prepo a ese mundo perfecto, sin golpear. Y se convierte en otra puerta por cruzar que tendremos que atravesar.