miércoles

La estoy descubriendo. Le estoy dando otra vuelta de tuerca.




La fragilidad de estar adentro, la sentís cuando te das cuenta que pasaste una, que pasaste dos, tres, cuatro, que son cinco, seis, siete puertas para entrar. Son las puertas por cruzar. Suena paradójico el desarrollo de la vida, suena a un espiral.

No podes ver un puto paisaje sin algo que moleste tu campo visual. A ver si entendes, es como que delante de tus ojos, todo el tiempo tenes algo que te recuerda donde estás. No podes mirar ni para el cielo, porque el cielo no es cielo: es un pedazo de celeste con lineas verticales adornado con alambre de púa que brillan con el buen Sol que nos da la luz. Pero el Sol se vuelve un hijo de puta cuando en la sombra refleja más lineas verticales.

Mientras se piensa y se observa,  de fondo se escucha "Qué lindo día ¿no? ¿cómo estuvo su fin de semana?" Y ahí es cuando hablo de fragilidad (y  ¿podés creer? el piso es similar al de la Facultad).

Es una fragilidad rara. Con privilegios. Porque en unas horas nos vamos. De una jaula a otra.
Nos vamos a seguir maquinándonos,  viajando en el bondi, apurados, cruzando calles en rojo, puteandonos, amándonos, chocándonos con otra gente mambeada. Sí. Pero en el caminito de la transformación, moviendonos para romper el hielo de la naturalización. Y por eso vamos de una jaula a otra (las que estamos tratando de romper).

Sentimos que el tiempo no alcanza. Escuchando que el tiempo no para, que no nos permite parar (¿sirve parar?). ¡Ay! pero si nunca alcanza el tiempo. Podrían decirme que no hay minutos suficientes para dedicárselos a nuestro amor, a nuestra familia, a nuestros amigos, a esa cátedra de mierda que no podemos aprobar o al laburo que nos esclaviza (pero que somos mas fuerte y no nos aliena, rindiendole homenaje a Kafka en su 130 aniversario).  Pero contestaré que siempre quedaran cosas estancadas. Siempre quedarán cosas para manifestar (hasta lo más reprimido se manifiesta).

¿Sigo demostrandote que el tiempo no para?

Siempre tengo tiempo para saber: hoy estoy descubriendo un mundo que me pintaron ajeno.

Recuerdo cuando el flaco Spinetta cantaba que las almas repudian todo encierro. Cada vez me convence más. Las flores se caen, las horas bajan, y, además, adentro quieren Sol, quieren menos de esos días que se sientan a morir.
Lo único que nos separa, es ese privilegio y esas siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos o tan sólo una puerta por cruzar.



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